Hace una semana, decidimos quitar el móvil y el ordenador a mi hijo de 10 años, ya que el uso prolongado de pantallas le genera ansiedad.
En su estado de aburrimiento, su imaginación se activó de manera sorprendente. Tomó una caja rota y, por sí mismo, la transformó con su mente en un coche. Se dedicó a tunearla meticulosamente: le añadió un compartimento como si fuera la guantera, usando otra caja más pequeña, hizo agujeros para las luces y colocó una linterna. Inventó un compartimento para las llaves y una cerradura para arrancar el coche, y le dibujó el caballo de Ferrari. Cuando terminó, me llamó emocionado para mostrarme su obra.
Juntos, dramatizamos una escena: él conducía, aparcaba, y justo en ese momento, una de las luces se fundió de verdad. Entré en el juego y actué como un Guardia Civil, multándole por la falta de luces y de gasolina. Nos reímos mucho y pasamos un buen rato. ¡Que preciosa forma de aprender!

Este momento me llevó a reflexionar sobre mis propios problemas y me inspiró en relación con la metafísica y mi trabajo con los registros akáshicos.
Desde pequeño, me ha costado comunicarme. Nunca comprendí el origen, nací así. Repasando mi vida, conscientemente no he encontrado ningún hito extremo que pudiera haber creado un problema a la hora de comunicarme. Pero yo sentía que había un problema en el fondo que no podía vislumbrar. Además la vida me ponía en situaciones en las que debía expresarme continuamente lo que me generaba una extraña sensación de ansiedad que no podía identificar con algo que fuera vergüenza o introversión, ¡que va!.
La música me ayudó mucho en este aspecto, era la vía de escape perfecta.
A pesar de mis esfuerzos por entender y solucionar este problema, no lo conseguí hasta que empecé a explorar mis registros akáshicos en los 21 días después del magnífico curso que realice con Nuria, y más tarde amplié la información que necesitaba saber gracias al estudio de Cábala que me hizo una amiga extraordinaria, canalizadora y maestra, llamada AnaMari.
Esto que sigue es un extracto de mi diario de sanaciones del día 8/11/23:
Hago oración y apertura. Debo testarme. Ya venía con ello en la cabeza. Voy a sanar algo de otra vida relacionado con mi voz pido un mensaje a los maestros ascendidos, me habla Kwan Yin.
«No estás solo en tu camino, 444. Avanzas enormemente en tu comprensión. Estamos encantados de acompañarte en tu viaje heroico, Miguel, quien como dios. Avanzas a pasos enormes en tu comprensión, serás un faro y un abridor de caminos, lo prometiste y lo cumples. Hay muchas vidas, pero en esta debes disfrutar y vivir plenamente. Planifica, cura tu voz, aprende de los chakras. Fluye con tu camino y enfoca toda tu energía en tu futuro y tu presente. Escribe, incluso sobre lo que te duele, y encontrarás paz. Sanarás estas vidas pasadas. Ahora tú Miguel, ahora tu voz».
Entonces subo al templo de los registros, me dejan pasar, se me presenta una puerta y al abrirla me lleva a China 1245 rojo / dragón / fiesta / montaña.
Me vi a mí mismo como una niña de 7 años con pelo largo, observando un eclipse y un terremoto. Tras ese impacto estoy en una celebración del dragón rojo en la que estoy a caballito de mi abuelo viendo el espectáculo. Le rinden homenaje porque fue una autoridad pero él pasa el tiempo conmigo disfrutando y cantando. En esa vida, mi abuelo, quien es mi padre en esta vida, fue asesinado con mercurio. Tras su muerte, mi cuidado pasó a manos de mi tía abuela, mi tía en esta vida. Me impuso un silencio estricto, prohibiéndome llorar, hablar y expresar emociones. Me reprendía con severidad si infringía sus normas, enseñándome palabras en chino que no se escribir y que reflejaban la sumisión y la ausencia de emociones como ideales para las mujeres. Mi vida se convirtió en una existencia de silencio y sumisión.

No cantes, no pises, no hagas ruido, la molesta todo. Me dice que busca un marido para mí y que para eso tengo que ser una persona sin emociones que los dioses nos piden que seamos así las mujeres. Yo la quiero, ella tiene razón, no voy a cantar nunca. No es lo que debo hacer. Porque yo cantaba con mi abuelo las canciones, era una niña que le gustaba mucho cantar. Y tenía muchas ganas de ser cantante y soñaba con cantar para el emperador.
Con el paso de los años, aprendí a reprimir mi deseo de cantar, algo que antes disfrutaba con mi abuelo. A los 11 años, me enamoré de un tendero mayor que yo, quien apreciaba mi canto. Me escondía para cantarle bajito, pero cuando mi tía descubrió esto, me cosió la boca con hilo y aguja y solo me permitía alimentarme a través de una paja. En ese momento, mi alma se quebró, y me resigné a ser un ejemplo de cambio y educación, aunque internamente sabía que todos estaban equivocados.
La gente callada, la gente estatua es la gente más pura y divina. Por eso el sol no habla, los espíritus no cantan. Acepto y anulo lo que tengo dentro de mi. Se me rompe una parte del alma. Sólo gesticulo, nunca hablo, ya no me muestro más.
Me casé con un hombre recio que parecía mi hermano, y viví una vida de silencio, le combino y le doy una hija. Ni siquiera gimo de dolor, ni siquiera hablo en el sexo, no muestro nada, soy una estatua y por ello, me consideran cercana a la divinidad, un gran ejemplo para todas las féminas del imperio.
El emperador escucha sobre mí y me hace llamar, me llevan al palacio, me quitan de mi familia y yo lo asumo como mi camino, como mi servicio.
Enseño y educo a la mujeres de palacio y las hago pagar. Hago lo que yo, las enseño el camino divino. Año 1282, soy muy estimada les encanta tener sexo conmigo porque soy una estatua blanca y quieta. Me hacen daño para ver y disfutar de mi inexpresión.

El rigor es absoluto. Soy un ejemplo, a través de mí se convocan los espíritus y los dioses. Soy una diosa, dicen. Llega un momento en qué me hago llevar. No camino, no muevo los ojos. Controlo todo movimiento físico, 20 años sin hablar. Sin molestar me propongo morir así y en el último suspiro lloro y una lágrima recorre mi fría mejilla.
Todo muy poético… y aterrador.
Me convertí en un símbolo, y se me conoció como una diosa por mi capacidad de reprimir las emociones. Hablarán de mí. Escribieron mi historia en el 1318.
Sea como sea, después de abrir este registro y sanarlo en la pirámide de luz con la ayuda de los Ángeles. Y cortando, sanando y liberando con la ayuda de la espada del Arcángel Miguel, he sanado esa vida y he vuelto a descubrir la capacidad de expresarme. Día tras día, esta habilidad se ha ido fortaleciendo, y ahora, mientras escribo estas líneas, siento una sensación de liberación total. Mis habilidades de comunicación, que una vez se vieron mermadas, ahora están completamente restauradas. Aunque hablar sigue siendo un ejercicio diario para mí, y continuamente se me plantean retos en los que tengo que expresarme activamente, la tarea se ha vuelto mucho más manejable desde que pasé por esta sanación, imaginativa o real.
Los sentimientos que experimenté durante esta apertura de registros en mi relato son tan vastos y profundos que desafían cualquier intento de descripción. Fue como si estuviera viviendo esos momentos de manera tangible. Esta experiencia, plasmada en mi diario, me ha enseñado una valiosa lección: no importa si lo que viví fue fruto de mi imaginación o si tenía algún fundamento en la realidad. Lo importante es el efecto transformador que ha tenido en mí.

Ya sea una construcción de mi mente creativa o una incursión en un plano metafísico, el resultado ha sido un cambio positivo en mi ser. Esta experiencia ha levantado los bloqueos que me impedían expresarme libremente. Ha sido como un desbloqueo emocional y comunicativo, restaurando mi capacidad de compartir mis pensamientos y emociones sin barreras.
En resumen, este viaje, real en mi imaginación o no, ha sido tremendamente beneficioso. Ha sido el motor de un cambio profundo en mí, demostrando el poder que tiene nuestra mente y nuestra historia para influir positivamente en nuestra vida personal.
Miguel. Acabo de leer tu regresión. Muchas gracias x compartirla. Me parece muy valiente